“Desde la corporación insular se informó que este proyecto se iniciaría a finales del pasado 2015 o inicios de 2016 y el deterioro aumenta”, declara el alcalde
Anta una nueva noticia de la Consejería de Medio Ambiente del Cabildo sobre el inicio de la obras del sendero de Rambla de Castro, el alcalde de Los Realejos, Manuel Domínguez, la ha acogido con júbilo y espera que esta vez sea “la definitiva” y recuerda que desde hace más de dos años se está exigiendo al Cabildo su promesa de rehabilitar el Fortín de San Fernando y el sendero de acceso a la playa de Castro, unos trabajos que informaron se iniciarían a finales del pasado 2015 o inicios de 2016 y seguimos aguardando mientras el deterioro de ambas zonas aumenta y ni residentes ni visitantes pueden disfrutar al completo del inigualable paraje natural de Rambla de Castro en que se localizan”.
“Estamos ante un proyecto demandado no sólo por los vecinos realejeros, sino por muchos amantes del senderismo y la naturaleza que se encuentran con las dificultades y limitaciones de estos accesos por problemas derivados de diversos temporales acaecidos, una cuestión en la que hemos sido muy insistentes con el Cabildo”, agregó el edil. Incidió además en que “las últimas visitas técnicas a la zona determinan el creciente deterioro de la estabilidad del fortín, una situación que pone en riesgo la pérdida de un valor arquitectónico del siglo XVIII referente en el patrimonio histórico insular”.
Rambla de Castro y el Fortín de San Fernando
Las cualidades del entorno paisajístico de Rambla de Castro y todo el hábitat natural que conforma con una preciada fauna y flora silvestre, además de su significación en la historia de la comarca Norte de la isla, lo convierten en uno de los referentes no sólo de la naturaleza de Los Realejos propiamente dicha, sino uno de sus principales atractivos turísticos y lugar de estudio de investigadores científicos e historiadores.
El fortín se trata de una pequeña estructura defensiva construida a mediados del siglo XVIII y que en 1808 contaba con una tronera en la que se hallaban hasta cinco cañones, de los que a día de hoy se conservan tres, colocados por Agustín de Bethencourt y Castro. Consta actualmente de un pequeño mirador y una marquesina que alberga los cañones. Se eleva sobre el acantilado a través de unos muros de mampostería seca cuya erosión pone en peligro la estabilidad del pavimento del mirador si no se actúa sobre ellos.